El autocuidado es resistencia

Sí, lo sé. “Autocuidado” suena a frase bonita de Instagram. A baño de espuma y velitas aromáticas. Pero cuando estás criando a un hij@ neurodivergente, el autocuidado no es un lujo. Es supervivencia. Es resistencia.

A mí también me pasó: me olvidé de mí durante años. Me puse en modo madre, cuidadora, terapeuta, gestora, mediadora, defensora, cocinera, y todo lo demás… menos mujer. Menos persona. Me dolía todo, lloraba en silencio, dormía mal. Me sentía culpable por querer un minuto para mí. Y lo peor: pensaba que era normal.

Pero no. No es normal vivir agotada, con la soga al cuello, sin espacio para respirar. No es normal vivir apagada.

Y entendí que si yo me caía, se caía todo. Que no era egoísmo pensar en mí. Que necesitaba volver a mí misma, aunque fuera de a ratitos. Una caminata sola. Un libro. Respirar. Decir que no. Apagar el móvil. Dormir. Pedir ayuda. Llorar sin esconderme. Cuidar mi salud mental. Volver a ser.

EL AUTOCUIDADO NO ES UN LUJO, ES UNA NECESIDAD.

Porque el autocuidado es también una forma de enseñar. Si tú te cuidas, tu hij@ ve que cuidarse está bien. Que el amor no se da a costa de una misma. Que acompañar no significa desaparecer.

No hay premios por llegar al final reventada. Nadie te va a dar una medalla por haberlo hecho todo sola y al límite. Y, aunque el sistema no nos lo diga, nosotras sabemos: si no nos sostenemos, no podemos sostener a nadie.

Este blog también es un acto de autocuidado para mí. Es mi espacio para hablar, compartir, desahogarme y ojalá también ayudarte. Porque quizás estás en esa misma etapa donde sentís que te perdiste. Y quiero que sepas esto: todavía estás ahí. No te fuiste. Solo te apagaste un poco para poder con todo. Pero podés volver. Aunque sea de a poco.

Cuidarte no te hace menos madre. Te hace más fuerte, más presente, más real. Y sobre todo, te devuelve algo muy importante: tu voz.

Un abrazo,

Montse Roure